Un título difícil de quitar…
Domingo 20 de julio 2014
Con mi computadora
sobre la mesa, con una piscina al frente y mis hijos sumergidos en ella, me
provoca empezar a escribir y dar vida a estas líneas… a este espacio... que idea tal vez más descabellada.
Han pasado siete años desde el momento en que mi estatus
cambió. Pasé de ser casada a viuda.. de tener una hermosa familia a recoger los
pedazos para construir una nueva versión… con tres niños que no se explicaban
como su mundo pudo haber cambiado tan radicalmente en cuestión de horas… de ver
a su padre apenas unas horas antes y luego no contar con su presencia física
para el resto de sus días. Su dolor era más fuerte que el mío… ellos no tenían
las herramientas para combatirlo ni entenderlo, muchos menos asumirlo. Ese era
mi trabajo… tomarlos de la mano, guiarlos
y ayudarlos a seguir caminando. Los cuatro fuimos aprendiendo en el camino.
Pensando en frío, debo reconocer que hubo tiempo para
lágrimas y dolor, horas de oscuridad y desiertos sin siquiera una Coca-Cola,
pero mi peculiar forma de ser me impedía sentarme a sufrir y ver la vida pasar
con pesar y lamentaciones… e hice lo que cualquiera, en su sano juicio hubiera
hecho, levantar la cabeza, poner en marcha los pies, mirar al frente y seguir
caminando, sorteando los obstáculos, cayéndome y volviéndome a levantar. Para
muchos esto es una proesa, digna de admiración, para mi es #regladevida y no he
sido la única en hacerlo, como yo hay millones alrededor del mundo.
Siempre ando en patines… siempre estoy ocupada y cuando no
lo estoy… realmente estoy cansada… así que sentarme a escribir sobre
sentimientos y emociones, más si son las propias, no es una de mis
prioridades… ya en vacaciones, sin poder desprenderme de mi computadora por H o
por R, sentada al frente de la piscina, con los hijos jugando y bañándose
(reconozco que si entré la laptop, pero se me olvidó el traje de baño… cuestión
de costumbre dirían por ahí) pues debía trabajar en Encuentros Interactivos y
en Mujeres en Blanco y Negro, logré avanzar algo, pero el ambiente me impedía
concentrarme… así que me dije… a trabajar para el blog, una de mis más
recientes metas… si, así es… otra cosa más que mi cabeza me dijo que quería hacer.
Siete años con el título
Siete años ya y es tiempo suficiente para decidirme a hacer
algo que siempre quise hacer… escribir sobre esos días de luz y sombra, tal vez
con esto, otras y otros puedan darse cuenta que, sin importar lo que nos
suceda, la vida continúa y leer las experiencias de otros pueda ser un tronco
que la corriente trae para no dejarnos hundir. En estos siete años he visto
llegar muchos troncos, varas, botes, barcos y hasta cruceros en el río y mar de
mi vida… y sin dudarlos extiendo mis brazos para sostenerme... y cada uno ha cumplido su cometido: ser soporte y ayuda en mis momentos
de oscuridad… y podría decir que fueron muchos. Hoy dejo que las palabras
salgan como llegan a mi mente… en estas líneas voy contando una historia.
Mucho ha llovido
desde el día que Oliver partió, pero la mayoría de los amigos siguen pensando
en mi como #laviuda tal vez porque tampoco he hecho mucho para que esta
etiqueta cambie. Y fue precisamente uno muy querido que se refirió a mi de esta
manera en los últimos días y me hizo
pensar que para todos soy todavía la mujer que se le murió el esposo y que
parece que no ha podido reconstruir su vida sentimental, que se ha dedicado a
sus hijos y que ya engrosa las filas de los trabajólicos empedernidos.

Estos siete años, sumergidas en mil cosas y un chin más,
también han servido para eso, para conocerme y conocer a los demás… sin falsas
pretensiones ni exigencias exageradas. Soy así y así soy y he aprendido que dar valor a las pequeñas y
grandes cosas, siendo cada vez más consciente de la máxima: la vida se vive a
detalles y cada uno de ellos deben ser disfrutados…. Y yo agrego: mientras
estén y podamos hacerlo.
Sé enfrascarme en horas largas de trabajo, pero
también sé desconectarme para ver crecer a mis hijos, brindar por los malos y buenos momentos, hacer vida social, cultivar amigos y hasta deshojar alguna que otra
margarita. En resumidas cuentas, vivo y vivo a mi manera sin renunciar a mis
metas ni construir castillos en la arena. Me paso de realista, pero disfruto de
la ilusión y río a carcajadas.
Recibir todo lo que llega, disfrutarlo y dejarlo ir cuando
debe irse es difícil de entender, aceptar y poner en práctica. No tengo un
máster, pero si unos cuantos diplomados en la escuela de la vida que me han
allanado el camino y sigo aprendiendo. Y como dice la nueva canción de Arjona:
“Tengo la noticia de que no es noticia de que no me importa nada… aprendí a
graduarme en todo de aprendiz… y no imploro agua pasa… lo poco que tengo es tan
poco que me hace feliz”.
Creo que ya está
bueno por hoy… y debo ir a disfrutar de mi tiempo de calidad con
#loscarajosdemivida aún sin traje de baño… pues también he aprendido que “si
del cielo caen limones”… que rica la limonada. Todo es #regladevida y no hay
que limitarnos.
El lema es: ¡Sean amables de manera indiscriminada!
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